23 de diciembre de 2013

El sano ejercicio para el 2014

Diego Adrián Fernandez - 23 de diciembre de 2013

Balance y análisis. Renovación de lo incumplido, surgimiento de nuevos proyectos. Todos conceptos familiares que trae consigo el cierre de cada año.
  


Es ese procedimiento mental, casi obligado que sentimos, aunque también necesario, de realizar un recorrido hacia atrás, y recordar cuales fueron nuestros logros y cuáles son las cuentas pendientes.

Entonces todo parece magnificarse: Las alegrías, los errores cometidos, los incumplimientos y el crecimiento. Aún haciendo un fugaz sobrevuelo por nuestros recuerdos, encontramos detalles que, normalmente, se nos escaparían. Pero diciembre viene con esa carga especial.

Proyectos personales y profesionales. Nuestras rutinas, y las vidas de los seres queridos. Todo prolijamente colocado en una estantería imaginaria de prioridades y buenos deseos.

Todo ello es válido, lógico y, repito, necesario. ¿Qué hacemos nosotros para que esa estantería no se desmorone? Cada uno sabrá. Si las herramientas son fieles, honestas y limpias, cualquier potencial temblor, tendrá su provecho oculto.

De todos modos, estas interrogaciones para un futuro que se aproxima, son transferibles a un plano más amplio: ¿Qué hacemos cada uno de nosotros para que todo deseo de bienestar pueda traducirse en algo visible, tanto a nivel individual, como también, y en particular, a nivel grupal?

Humildemente, creo que allí radica el primer escollo: Como vecinos, como ciudadanos comunes y corrientes, tenemos serias cuentas pendientes, importantes falla a las que deberíamos prestarles atención.

No es la intención de este relato-descargo sumergirme en las densas aguas del debate partidista. Para nada.

El vecino de la Ciudad de Buenos Aires – sea porteño o no – se balancea entre dos extremos bien marcados. Esto también puede fácilmente aplicar a todo el que habite suelo Argentino. De Norte a sur, de este a oeste.

Somos capaces de organizar actividades culturales y sociales de elevado nivel artístico.
Actividades culturales abundan en la Ciudad
Estimulamos el surgimiento y evolución de espectáculos barriales independientes, nos esforzamos por hacer de Buenos Aires una ciudad atractiva, atrapante, donde muy difícilmente te aburras y no tengas un plan. Nos unimos para cuidar la esencia barrial, para proteger nuestros espacios y edificios. Muchas más cualidades definitivamente se me escapan, surgen tan instantáneamente que mis dedos al teclado no corresponden a esa velocidad.

Sin embargo, al caminar las calles de esta metrópolis, nos topamos con escenarios tristes, incómodos. Desde lo palpable (Suciedad, descuidos varios), hasta lo que se puede sentir (Tensión, desinterés por el de al lado, etc.)

También tenemos inseguridad, indigencia, desigualdad. Pero repito: No quiero que mis palabras se contaminen con fríos números ni posturas ideológicas, más allá que es tentador dejarse llevar y comenzar a criticar – con argumentos – a tal o cual gobernante, funcionario, diputado o partido político. De todos modos aspiro al sentido común, si es que todavía funciona.

Para ello, propongo un simple ejercicio: Salir a caminar la ciudad. No pido que seamos conocedores de su historia ni nos especialicemos en nada. Solo salgamos a caminar.

Una vez que todos, al menos los que humildemente nos consideramos como “buenas personas”, entendamos que depende de nosotros la completa transformación de ser una comunidad “cómodamente pasiva” a una comunidad más “sanamente activa”, entonces pequeños cambios podrán hacerse realidad.

Cada aporte posible – lo que comúnmente llamamos “granito de arena” – surge desde la voluntad propia. El efecto contagio está a un paso de distancia.

·         Extendamos la mano ante el que se cae. No tenemos porque acelerar el paso. Caminemos a velocidad moderada, y seremos capaces de ver mucho más allá de nuestros pies.

·         No ensuciemos nuestro entorno. No decoremos de manera asquerosa nuestros caminos, aquellos que día a día nos llevan de acá para allá, y de allá para acá.


·         No destruyamos. Una marca, una rotura, un golpe que demos. Cada herida que le hagamos a nuestros edificios, es una herida para la Ciudad.

·         No crucemos arriesgadamente ni enfrentemos la velocidad de nuestros pasos con lo que se acerca: No vale la pena. Son unos pocos segundos de tu vida, no te mandes si el otro se manda. Observa, mira, no bajes todavía. El color verde será la señal.

·         No nos asustemos con los bastones blancos ni le escapemos a las sillas de ruedas. Ellos son nosotros, nosotros somos ellos. Somos lo mismo.

·         Respetemos a quien viene de allí y al que va para allá. Apurones, retrocesos y urgencias, todos son válidos, pero no justifican el egoísmo callejero. No deberían al menos.

·         Si vemos una injusticia, no seamos injustos. No tengamos miedo de acercarnos y preguntar. “Duele el alma”, genera temor, inseguridad o crees que nada de lo que hagas servirá. Hasta te convencerás que no es tu tarea. Es entendible que así lo pensemos. Cuesta dar ese paso, pero no le esquivemos a la situación. Somos todos ciudadanos y vecinos.

Enumerar es fácil. Criticar también. Achacarle todo mal al resto, ¡más simple todavía!

Usemos los buenos ejemplos, de los tantos que nos rodean, y marquemos la diferencia.

Para el nuevo año, sumemos un pequeño ejercicio a nuestra estantería de prioridades, allí donde apoyamos nuestros proyectos y los más puros deseos para nosotros y los nuestros: Caminemos Buenos Aires.

Entonces toda base se fortalecerá. Y el 2014 será mejor. Definitivamente lo será.

Diego Adrián Fernández